Ya lo dice el Vogue de Septiembre: que levante la mano la que no tenga prendas en el armario con la etiqueta puesta, o que apenas hayan salido de mismo (y no valen las galas de bodorrio). La lucha de una mujer con su armario es constante y se libra en innumerables batallas, las mayores de las cuales tienen lugar con el cambio de temporada, en marzo y septiembre.
Es en estos meses cuando la «closet anguish» (angustia del armario) se recrudece y nos quedamos perplejas ante un armario que no hace sino ofrecernos prendas que sencillamente no nos apetece ponernos. Corremos a las tiendas y adquirimos esos cuatro o cinco «musts» que satisfacen nuestra sed de tendencias, y tras llegar a casa descubrimos que una o dos no encajan con absolutamente nada de lo que ya tenemos, por lo que tendremos que volver a comprar para construir nuevos estilismos… Una rueda de hámster que no cesa nunca, alimentada por el bombardeo constante de tendencias en los medios y esa bestia consumista que todas llevamos dentro. ¿Se puede cerrar el ciclo? ¿Existe curación para la «closet anguish»?
Mi respuesta es que sí. El problema es que el tratamiento tiene efectos secundarios, y conlleva un considerable esfuerzo. Se llama «fondo de armario», y es la quimera más manida de la moda, la frase que repiten estilistas, diseñadores y elegantes oficiales una y otra vez, pero que nunca adquiere forma y contenido defintivos. Es un «limbo» fashion repleto de frases y conceptos raídos como «ese perfecto pantalón negro», «el abrigo perfecto», «zapatos chic», y demás palabras que poco ayudan. Las ventajas de poseer un fondo de armario son apabullantes: ahorro de tiempo, dinero y espacio, un armario personalizado y la garantía de tener siempre algo stylish que ponerse. Empecemos con un sencillo test.
1. ¿De qué espacio dispones? No es lo mismo tener un vestidor propio que un armario de dos puertas. Cuanto más pequeño el contenedor, más precioso y preciso el contenido.
2. Ponte manos a la obra y haz una criba: saca de tu armario todo aquello que fue tendencia rabiosa en el pasado y que no merece perdurar ni por su belleza ni por su calidad. Purga también lo que no sea de tu talla: no vale engañarse pensando que adelgazaremos, carpe diem, vive el momento y no te compres ropa que te haga sufrir. Dóblalo y guárdalo en bolsitas un par de semanas por si cambias de opinión, si no, dónalo. Quítate lastre.
3. Define de una vez por todas tu estilo. Salvo que seas Madonna, no puedes (por salud mental y estética) ser una lady años cuarenta una temporada y una motera tendenciosa la siguiente. Hay que mojarse, y definirse. Escruta con atención tu guardarropa actual y hazte las siguientes preguntas: ¿Se corresponde con mi estilo de vida? ¿Mi trabajo me condiciona a la hora de vestir? ¿Qué prendas y colores se repiten una y otra vez? ¿Tengo alguna prenda predilecta que me da un subidón cuando me la pongo? ¿Me gusta el vintage o prefiero la silueta contemporánea? ¿Quienes son mis iconos de estilo? Recuerda que el eclecticismo es el signo de nuestros tiempos, pero una cosa es mezclar prendas y otra dar bandazos con total looks. Si te resulta difícil decidirte, plantéate que harías si tuvieras que vivir esta temporada con tres estilismos completos, que pudieras repetir dia sí dia no, ¿qué elegirías? (Sólo vale lo que ya tienes en el armario). Pues ahí tienes tu estilo básico. Bien, ya estás preparada para mejorar tu armario. He aquí mi lista subjetiva de básicos que podrás adaptar a tu estilo y serán tu comodín en cualquier ocasión.
EL TRAJE NEGRO. Toda chica necesita un bonito blazer y un pantalón negros. No hace falta que sean del mismo traje, pero sí que te sienten estupendamente. La chaqueta cuanto más entallada mejor (y si tu figura te lo permite – corta); y el pantalón, que marque tu figura pero sin formas demasiado trendy. Si tu trabajo te exige un protocolo de etiqueta, incluye también una falda recta o lápiz, austera y de excelente género.
EL LITTLE BLACK DRESS. Es un tópico, pero funciona. Puede ser mini y suelto, o maxi y que marque cintura. Puede llevar algún adorno pero no ser barroco. Tiene que ser versátil para poder ponértelo para una comida, cena, fiesta o compromiso importante y accesorizable en consecuencia. No tiene por qué ser muy caro, pero tiene que sentarte estupendamente. Y no, no te durará siempre, pero aguantará unas cuantas temporadas antes de perder su brío.
EL LITTLE WHITE DRESS. Puede ser hueso, marfil o blanco inmaculado. Con algo de manga, para ser multiestación, y con aire bohemio pero corte actual. Te costará encontrarlo, pero cuando lo tengas no dejarás de ponértelo: bajo un blazer o perfecto de piel, con chaleco, con sandalias o botitas, con bailarinas y un cardigan…
EL PUNTO DE CALIDAD. Necesitas cardigans y jerseys en tus tonos básicos: negro, of course, pero también crudo o beige, y un tono frio y otro caliente que te favorezcan. Piensa en formas clásicas pero que resalten tu figura. Estas prendas serán un comodín para llevar con vestidos, jeans y pantalones.
LAS CAMISETAS TODO-TERRENO. Una oscura y rockera, otra blanca impoluta y entremedias tus colores favoritos. Mejor lisas, y si tienen prints o serigrafías que sean realmente «arty». Una de rayas de aire marinero muy «Picasso en Provence» es otra opción para las amantes del navy.
LA BLUSA ROMANTICA. En realidad dos: una de manga corta y otra larga. Mejor blancas o hueso, lisas aunque se admiten toques de bordado, macramé o encaje. De aire vintage y tejidos delicados, las podrás llevar con absolutamente todo.
LA MINI DENIM. Recta, corta (pero no menos de cuarenta centímetros), de un azul medio y no muy desgastada. Si las minis no son lo tuyo, búscala a la rodilla, pero más oscura. Abstente de volantes y fantasía en tela jeans, no funciona. La usarás en verano con sandalias, en entretiempo con bailarinas y en el crudo invierno con botas y medias tupidas. Admite cualquier top, sobretodo los de aire vintage.
LA FALDA JOYA. Esa que te hace sentir como una princesa. Con vuelo o volumen, pero bien ceñida a la cintura o cadera. Con un maravilloso print (no demasiado grande) y tejido luxury, tiene un movimiento y caída espectacular. Ligera pero con forro, también será multiestación.
LA CAZADORA DENIM. La gran olvidada de las ultimas temporadas es una de las mejores piezas de fondo de armario que existen. Ajustada y oscura, es el complemento ideal para los vestidos románticos, los pantalones negros y la falda joya. Abstenerse de combinar con jeans y mini denim, el resultado es demasiado «western».
LA CHAQUETA DE PIEL. Oscura o de color cuero, motera o tipo blazer, la piel favorece, da un aire cool y le quita la ñoñería a cualquier cosa. Además, duran décadas.
EL TOP JOYA. En tonos metalizados o con discretos destellos o incrustaciones, un top combinable con jeans y shorts o elegantes pantalones y faldas.
EL VESTIDO ESTAMPADO. Preferiblemente con flores. Femenino e intemporal, adapta el corte y el largo a tu estilo.
LOS SHORTS. En tonos tierra o gris, a medio muslo y rectos. Un comodín para el entretiempo (con medias) y el verano. Admiten botas cortas, sandalias de plataforma… You name it.
EL CHALECO. Imprescindible sobre blusas, vestidos, camisetas… Basta con uno negro o gris, bien ceñido.
EL ABRIGO NEGRO. Puede ser largo (marcando cintura) o corto y de estilo marinero. De buen género y adaptado a nuestra silueta. Un hit para cualquier temporada.
LOS JEANS. Con dos pares basta. En diferentes colores o lavados, pitillos, rectos o ligeramente «boyfriend», pero que nos sienten divinamente. Con el desgastado justo y el talle no demasiado bajo, mejor.
LOS BOLSOS. Uno negro o gris y otro más claro (color piel natural o crudo), son básicos y se combinarán con todo. De un tamaño generoso pero formas flexibles, detalles chic y materiales de calidad, ya sean piel o sintético. Más vale dos buenos que ocho regulares.
LOS TACONES. Oscuros y elegantes, en punta o redondeados, sin detalles demasiado trendy. Para todas las estaciones. Mejor un buen par bien cuidado que se vaya renovando, que varios pares polvorientos y descuidados.
EL CALZADO PLANO. Un buen par (o dos) de bailarinas o mocasines escotados y sandalias en tus colores favoritos.
LAS BOTAS. Un par negro de caña alta, y otras más tendencia cortas y flexibles.
LA MINICOLECCIÓN DE FOULARDS. Imprescindible esta temporada, con flecos, aire folk o simplemente luxury, cambiarán cualquier estilismo y la sastrería más estricta.
OTRA MINICOLECCIÓN DE CINTURONES. Para los vestidos, las blusas, sobre los cardigans… Anchos, estrechos, rockeros, chic, el eclecticismo es la clave.
EL SOMBRERO. Si te sientan bien las gorras y sombreros, no dudes en hacerte con una este invierno: una gorra oscura de gran visera o un «trilby» o sombrerito de ala corta muy rock, serán el complemento ideal de tu chaqueta de piel y tus jeans. Por no mencionar su utilidad en un «bad hair day».
LAS SANDALIAS «PARTY». Metalizadas y con cartera coordinada (que no a juego), listas para salir.
Esto es una lista de básicos mínimos, y seguramente tienes ya muchos de estos elementos en tu armario. Dales el protagonismo que se merecen, y verás como se multiplican tus opciones. Del espacio de que dispongas dependerá que puedas tener varios de cada item, o sólo uno. Y recuerda, antes de adquirir nuevas prendas:
1. Salte de la ruta high street de cuando en cuando. Evita las cadenas comerciales para los básicos y te evitarás repetir lo que llevan todas las demás.
2. Compra vintage. O herédalo. No hace falta que sea un vestido de hace cincuenta años, pero sí algo poco visto de hace varias temporadas. Aficiónate a mercadillos y tiendas especializadas, es cool, es divertido y enriquece.
3. Evita llenar tu armario de «clones». Uno o dos pueden ser compras deliciosas, pero adquirir en cadena las copias de la pasarela en versión barata es a la larga frustrante y diluye tu personalidad. Dosifica tus ansias de lujo y elegirás mucho mejor.
4. La ropa no es sagrada, y salvo el mejor prèt-a-couture, está para tu uso y disfrute, o sea que adáptala a tu figura. No temas cortas bajos, mangas, estrechar, añadir pinzas… Hazte con una buena modista o familiar mañosa que te ayude. Verás como tu armario gana y tu figura también.
5. Tienes licencia para repetir tus prendas favoritas. Para ser chic no hace falta cambiar TODO el estilismo a diario. Las mujeres más elegantes siempre han tenido prendas fetiche con las que se las ha fotografiado una y otra vez. Si adoras ese bolso, ese foulard, esos tacones o ese cardigan de cashmere… Wear them!
6. Conoce las tendencias… y haz que trabajen para tí. Compra sólo prendas que te parezcan hermosas (no me refiero a cursis), es tu gusto el que cuenta.
7. Permítete excentricidades en la bisutería (pero que no sea genérica, masiva e impersonal), el rojo de labios, una pedicura en negro Chanel, un maxicinturón llamativo; juégatela en detalles, pero no en el total look.
8. No subestimes los mejores complementos: tu piel y tu melena. Cuídalos y cuidarán de tu estilo. La naturalidad es tu mejor baza, pero una naturalidad muy cuidada.
9. Dedícale tiempo a tu «cajón de lencería»: es importante que conozcas tus tallas y lleves lencería (o no) de acuerdo con la ropa que lleves. No hay nada más espantoso que ver el sujetador bajo el delicado tirante de tu mejor vestido.
10. Y recuerda: la moda es lo que se lleva. El estilo es lo que nuestra personalidad nos pide llevar. Y eso es lo importante.